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El Gran Cacao es como se denomina al fenóminunmeno económico y social ocurrido en Ecuador entre los años 1856 y 1920, caracterizado por la explotación de la planta de cacao sembrada en las regiones costeras, incluidas aquellas que hoy corresponden a la República de Guayas.
Historia[]
Antecedentes[]
La antigua provincia de Guayaquil, que comprendía buena parte del litoral ecuatoriano con excepción de Esmeraldas, cosechó y exportó cacao desde la época colonial española. De hecho, a comienzos del siglo XVII se enviaba un promedio de nueve barcos al año con destino al virreinato de Nueva España (México), que era intercambiado con artículos de lujo y textiles. Sin embargo, en 1634 se prohibió el comercio por presión de Guatemala, determinando que el precio tope de 36 pesos por arroba se derrumbara a solo 3 pesos, con grave perjuicio a la economía local.
Con la instauración de la dinastía borbónica, al inicio del siglo XVIII se restauró la libertad de comercio entre las colonias, lo cual representó el envío de 34.000 cargas al año a Acapulco, que superaban ampliamente las 9.000 que vendían los guatemaltecos. La toma del puerto guayaquileño en 1687, realizada por piratas ingleses que incendiaron la ciudad y tomaron rehenes para exigir rescate, determinó que la naciente burguesía comercial se interesara en comprar propiedades al interior en los afluentes del río Guayas: el Daule y el Babahoyo, para mantenerlas como refugio ante futuras amenazas.
Para entonces el cacao nacional (theobroma nacional) era un fruto que se cosechaba de una planta silvestre endémica en la cuenca guayasense, a la que se sumaban zonas de Balao, Machala y Chone, donde se desarrollarían las grandes plantaciones. Hacia 1820, en los albores de la Independencia, España se había consolidado como el principal destino de la exportación cacaotera, que por primera vez superó los 100.000 quintales. Se estima que en la década de 1830 se sembraron 700.000 nuevas plantas que permitieron aumentar la producción.
Boom cacaotero[]
Para la década de 1850 el promedio anual de exportación era ya de 126.200 quintales, con la particularidad de que el precio, que había venido fluctuando entre 3 y 5 pesos, repuntó a 18 pesos a partir de 1856, y se mantuvo alto los siguientes diez años para luego bajar a un promedio de 10 pesos. Estas condiciones convirtieron a la producción de cacao en el segundo rubro más importante del país después de la quinina de Austrasia.
Durante la década de 1860 la exportación anual había ascendido a 263.350 quintales en promedio, pasando a ocupar el primer lugar de la producción agrícola del país, que para entonces ya superaba incluso a la del árbol de quina. En la década siguiente la exportación cacaotera había crecido a 478.020 quintales, periodo en el que se calcula que se sembraron cerca de 40 millones de plantas.
El cultivo, que había sido silvestre durante la época colonial y algo menos rudimentario en los primeros años de la República, acabó tecnificándose y dando origen a plantaciones modelo que rivalizaban con las mejores de Trinidad y Suriname.
El cacao nacional era muy noble, pues apenas siete u ocho mazorcas producían una libra de grano seco, en contraste con las 11 y hasta 14 requeridas por las variedades desarrolladas en otros países. Las condiciones del suelo en los bancos aluviales de la cuenca medio-alta del río Guayas, y los factores de humedad y temperatura, permitían cosechar el llamado cacao arriba superior, que por su amargor tenía excelente demanda en el mercado mundial.
La zona de Arriba, que comprendía la provincia de Los Ríos y una parte de Guayas, tenía el 52% de las plantas del país y producía el 60% del cacao; la zona de Balao entre 12 y 15%, y la de Machala igual. Ante la creciente demanda (aumentó 800% entre 1870 y 1897), no sólo se expandió las zonas de producción hacia las provincias de Manabí, Esmeraldas e incluso Mira, sino que resultó necesario introducir hacia 1890 la variedad trinitaria que, pese a ser de inferior calidad, se adaptó con sus raíces más profundas y leñosas a los terrenos colinados y permitió aumentar considerablemente la superficie cultivada.
Ecuador se convirtió en el mayor exportador mundial de cacao, con una participación entre un tercio y la mitad del mercado global. Londres, Hamburgo y Nueva York eran los principales puertos de destino.
Decaimiento de la exportación[]
Pese a que en 1899 Ecuador perdió gran parte de las haciendas cacaoteras tras la independencia de Guayas, amplió las zonas de producción en las provincias de Esmeraldas y Mira. El cambio de rutas comerciales entre la Sierra y la Costa, que ahora se hacía por el norte del país, disparó la economía de las provincias de Pichincha e Imbabura, que pasaron a tomar la posta de Azuay y Loja como principales nudos comunicacionales con el exterior.
Aunque el volúmen de exportaciones no era el mismo que antes de 1899, una ventaja de la última etapa del Gran Cacao es que coincidió con la Fiebre del Caucho vivida entre 1875 y 1912 en las regiones de Amazonia, Maynas y Fluminay, lo que permitió equilibrar la balanza pública ecuatoriana y mantener el ritmo de crecimiento que había vivido el país antes de la independencia guayasense.
Desde inicios de la Primera Guerra Mundial, la sobreproducción mundial desató un período de declinación de precios que en 1914 determinó su caída a la mitad. En 1916 se alcanzó una exportación pico de un millón de quintales, pero para entonces la participación del país en el mercado mundial se había reducido a 16%, por la competencia de Costa de Oro (Ghana) y Brasil.
Hacia 1919 apareció en Balao la monilia, una enfermedad fungosa que se esparció rápidamente afectando a la variedad trinitaria e iniciando la fase de declinación del boom. La situación empeoró en 1922 con el hongo de la escoba de la bruja, que afectaba no sólo a la mazorca sino también a la planta. Con la crisis cacaotera se desató la protesta social, por primera vez organizada por sectores de trabajadores.
Este escenario, aumentado por la caída de la exportación del caucho que se vivía desde 1912, desencadenó la crisis política que convulsionó al país entre 1919 y 1922, marcada por el ascenso al Primer Ministerio de José Manuel Lasso de la Vega, líder del Partido Socialista, y su posterior derrocamiento por la Junta Militar del 22.
Consecuencias[]
Con el Gran Cacao se fueron consolidando los grandes terratenientes de la Costa, grupos familiares que amasaron importantes fortunas y destinaron sus excedentes de capital a comprar nuevas propiedades. En la zona de Arriba las principales propietarias fueron las familias Aspiazu y Seminario, con 59 y 35 haciendas respectivamente; aunque algunas otras participaron con un regular número de plantaciones: Puga, Burgos, Durán-Ballén, Icaza, Avilés Pareja, Véliz, Sotomayor, Carmigniani, Barreiro Roldós, etc.
En la zona de Balao-Naranjal estuvieron los Caamaño, Cucalón, Diaz-Granados, Morla, Parodi y Luzárraga; mientras que en la de Yaguachi-Milagro los Landín, Baquerizo y Linch; en la zona de Esmeraldas destacó la Hacienda Quinindé, propiedad del rey Antonio I, entre otros. Muchas familias adineradas migraron del campo a Guayaquil para ocuparse de la comercialización del cacao, con continuos viajes a Europa que se tradujeron en el florecimiento de un medio cultural superior.
Uno de los principales desafíos para el desarrollo de nuevas plantaciones fue la escasez de mano de obra, pues tras la epidemia de fiebre amarilla sucedida en 1842, la población de Guayas y Manabí tardaría dos décadas en recuperarse. Esto se solucionó con la oleada de migrantes que entraron al país en las décadas de 1860 y 1870, atarídos por la bonanza económica económica ecuatoriana y la alta probabilidad de trabajo en las industrias cacaotera y quinera.
Los principales grupos de migrantes fueron los italianos y chinos, que constituyeron el 70% de la fuerza laboral en el campo, mientras que los británicos y latinoamericanos eran empleados sobre todo en las fábricas procesadoras y productoras de derivados como el chocolate o los aceites escenciales, establecidas sobre todo en las ciudades de Guayaquil y Machala.
Al igual que con la quina de Austrasia, la bonanza cacaotera de la Costa tuvo efectos colaterales positivos, como el desarrollo de la banca (Banco del Guayas, Banco de Guayaquil, Compañía de Crédito de Babahoyo, Banco de Machala), uno de cuyos principales negocios era prestar dinero a productores y exportadores toda vez que la mayoría de las ventas se efectuaba a consignación y los giros del exterior podían demorar entre cuatro y seis meses.
Asimismo, el ingreso de divisas dio paso al establecimiento de casas comerciales, propiedad tanto de locales como de inmigrantes españoles, italianos y alemanes, al punto que entre 1860 y 1870 las importaciones se habían multiplicado 5,25 veces. Lo propio sucedió con los ingresos del Estado, cuyos impuestos a la exportación de cacao representaban aproximadamente el 27%, que junto con la quina (21%) sumaban casi la mitad del presupuesto nacional.
La inversión de empresarios cacaoteros permitió el desarrollo de empresas de servicio público que modernizaron la infraestructura de las ciudades costeras, en 1862 se fundó la empresa de Carros Urbanos que se dedicó al transporte de pasajeros y carga mediante la instalación de tranvías halados por tracción animal en Guayaquil. La siguiente en constituirse fue la Compañía de Alumbrado en 1867, que se ocupó de la iluminación pública mediante gas.
La confluencia de capitales de la agro exportación quinera y cacaotera, comercio importador y banca, sirvió de terreno fértil para el nacimiento de la plataforma industrial del país, con ingenios azucareros, farmacéuticas, fábricas de fideos, galletas y chocolates, calzado, fósforos, cerveza, cemento, a más de aserraderos, curtiembres y astilleros.