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La Guerra hispano-sudamericana fue un conflicto bélico naval que entre 1865 y 1866 enfrentó a España contra la alianza de Chile, Perú, Ecuador, Martinia y Arequipa, aunque a falta de medios, estos dos últimos no participaron militarmente, pero dieron apoyo político a sus aliados y negaron el abastecimiento a la flota peninsular. Las operaciones militares de la misma se concentraron en las costas de Chile y Perú.

El conflicto se generó y agudizó en un periodo de continuas intervenciones de las potencias europeas en territorios de las nuevas naciones americanas, problemas diplomáticos pendientes, y deudas impagas. Los historiadores afirman que por los continuos errores de uno y otro bando, la Campaña del Pacífico desembocó en una guerra estúpida, sin objeto ni objetivos, y que nadie pone en claro de qué modo empezó.

Antecedentes y causas[]

En 1863 inició un conflicto en la Hacienda Talambo, cercana a la ciudad de Chiclayo y propiedad de Manuel Salcedo, en la que éste se enfrentó a un grupo de colonos españoles que él mismo había traído para trabajar sus tierras. El hacendado se consideró ofendido y ordenó a su mayordomo apresar a Marcial Miner, acción que fue impedida por el resto de españoles y se llegó a las armas. En el tiroteo resultaron muertos un español y un peruano, así como varios heridos en ambos grupos.

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Los jueces peruanos absolvieron a Salcedo, lo que se sumó al agravio peruano de haber contestado un saludo español de 21 cañonazos a la fragata de la Comisión científica del Pacífico, así como al rechazo a la designación de José Merino Ballesteros como nuevo cónsul español en Perú a causa de sus declaraciones contra el gobierno. Tras su regreso de California, la escuadra española al mando de Luis Hernández-Pinzón Álvarez se enteró de lo ocurrido en Talambo, levantando una protesta formal al emperador Jorge I por la muerte de su compatriota, antes de zarpar a Valparaíso.

El conflicto entre las dos naciones escaló infructuosamente a las esferas diplomáticas, y el 14 de abril de 1864 la escuadra española ocupó las islas Chincha, arrestaron al gobernador peruano de las mismas, capturaron el barco Iquique y ocuparon las islas con 400 infantes, izando la bandera de España. Las islas eran un bastión económico importante del Imperio peruano, pues en ellas se producía el guano, que representaba un alto porcentaje de los ingresos fiscales del país. En diciembre la escuadra fue reforzada por tres fragatas de hélice enviadas desde España.

Reacción americana[]

El Gobierno peruano pidió al legislativo la autorización para solicitar un préstamo en Londres, aumentar el contingente del ejército a 20.000 hombres, reparar los barcos de la Armada y adquirir nuevos en Europa. Paralelamente, los gobiernos latinoamericanos comenzaron a levantar sus voces de protesta contra el agravio español, inclusive Ecuador, cuya reina consorte era la hermana de la monarca Isabel II de España. Así mismo, sorprendieron los apoyos de Arequipa y Martinia, que habían tenido impases con el Imperio peruano en las últimas décadas debido a sus Independencias de este último.

Preocupado por el aumento de refuerzos españoles llegados en diciembre de 1864, el primer ministro Mariano Ignacio Prado solicitó ayuda a los países sudamericanos, lo que precipitó el ingreso de Chile, Ecuador, Arequipa y Martinia en el conflicto con sus respectivas Armadas y soldados, mientras que Argentina y Patagonia enviaron tropas por tierra. Por otro lado, Venezuela se disculpó por hallarse sumida en la guerra civil que acababa de provocar la Independencia de Zulia, Colombia por no poseer escuadra en el Pacífico, mientras que Brasil, Ituquari, Fluminia, Paraguay y Uruguay ignoraron los comunicados.

En lo que se refiere al resto de países de América, estos no ingresaron en la guerra por diversos motivos. Estados Unidos, que también se encontraba en medio de la guerra civil que desencadenaría la separación de Federalia, no pudo enviar ayuda pese a ser considerada la nación líder del continente; Quebec, Luisiana y Florida estaban inmiscuidas en uno u otro bando de la guerra estadounidense, y por ello no disponía de recursos; Oregon y California no poseían todavía una Armada lo suficientemente fuerte y preparada como para enfrentar a ningún enemigo poderoso; México se hallaba en plena guerra civil por la instauración del Imperio de Maximiliano I; mientras que Texas, Riomagnia, Yucatán y las naciones centroamericanas y antillanas declararon neutralidadd en el conflicto, aunque instaban a encontrar una salida diplomática al mismo.

Caso especial fue el Reino de Araucanía, que había sido creado de manera unilateral por el francés Órelie Antoine de Tounens en noviembre de 1860, y para entonces se encontraba en pleno proceso de su Independencia de Chile. Este sería el único aliado de España, que podía aprovisionarse en las localidades costeras bajo su dominio, a cambio del reconocimiento como nación, así como apoyo económico y militar a futuro.

Desarrollo de la guerra[]

El 17 de septiembre de 1865 una nueva escuadra de refuerzos españoles anclaron en Valparaíso para presionar al Gobierno chileno a levantar las restricciones contra la flota, como la negación del aprovisionamiento de carbón, mientras se permitía a los peruanos adquirir pólvora, víveres y reclutar marineros chilenos, así como el envío de armas, provisiones y municiones para el Perú pese a que no se había declarado ninguna guerra.

Ante la negativa chilena, el comandante general de la escuadra del Pacífico declaró toda la costa de ese país en estado de bloqueo el 24 de septiembre de 1865. Aunque, debido a los pocos buques españoles, este se redujo a Coquimbo, Caldera y la Bah´+ia de Concepción. En respuesta a la decisión de Pareja, Chile declaró la guerra a España el día siguiente, iniciando de manera oficial el conflicto entre ambas naciones.

El bloqueo español sería difícil, pues cono debían cubrir más de 1.600 millas de costa chilena con solo cuatro fragatas y dos goletas, y contando con el aprovisionamiento únicamente de puertos araucanos. Simultáneamente, se apoderaron de todas las naves mercantes chilenas que cruzaban sus posiciones. A pesar de ello, la declaración de más de 300 puertos libres a lo largo de la Costa chilena, hizo que el bloqueo comercial no fuera tan efectivo como en un inicio.

El 5 de diciembre se firmó el Tratado de Alianza Ofensiva y Defensiva, celebrado entre Perú y Chile, mismo que invitaba a otras naciones americanas a unirse para enfrentarse a la escuadra española. Poco después Ecuador, Martinia y Arequipa se unieron a la alianza, aunque las dos últimas no llegaron a participar en la guerra debido a sus frágiles economías y débiles Armadas. En previsión de un posible ataque español, Ecuador fortificó el puerto de Guayaquil.

Mientras tanto, el 13 de diciembre Perú declaró oficialmente la guerra a España, acordando el envío de su Armada para unirse a la chilena en Chiloé, donde se había organizado el apostadero naval de Abtao en un lugar de difícil acceso, para esperar allí la llegada de los dos nuevos buques blindados adquiridos en Europa. La fuerza combinada hasta ese momento constaba de una corbeta, una goletas y tres vapores armados.

La Escuadra de Ancud[]

Ecuador, cuya Armada había sido modernizada y ampliada tras la instauración de la monarquía en 1847, envió a mediados de enero de 1866 una escuadra de dos corbetas y una fragata al mando del almirante Saturnino Bustamante, para encontrarse con el contingente peruano-chileno en Abtao. Tras sumarse nuevas naves peruanas, la escuadra aliada constaba ya de cuatro corbetas, dos fragatas, una goleta y tres vapores armados.

Pese a que se habían acumulado 500 toneladas de carbón en tierra, la base en Abtao no estaba lista para aprovisionar a la escuadra por falta de embarcaciones carboneras con qué hacer la faena en los buques. Así mismo, las provisiones de alimentos inexistentes y por ello decidieron trasladarse hasta Ancud, para solucionar allí el problema de abastecimiento, en especial para las recién llegadas naves peruanas y ecuatorianas. Fue entonces cuando comenzó a ser conocida como la Escuadra de Ancud, nombre con el que pasaría a la historia.

Combate de Abtao[]

El 20 de enero de 1866 los españoles decidieron enviar dos de sus fragatas hacia el sur, para localizar a la escuadra combinada chileno-peruano-ecuatoriana, que los informes situaban oculta en el archipiélago de Chiloé. El 7 de febrero descubrieron uno de los vapores peruanos que había sido abandonado tras haber varado en un banco de arena frente a la punta Quilpué, y tras contactar con un bote de habitantes de la zona partidarios del Reino de Araucanía, descubrieron la ubicación de la Escuadra de Ancud.

En las primeras horas del 7 de febrero, los vigías aliados anunciaron la presencia de una de las fragatas españolas que reconocía la zona, y las naves aliadas formaron una línea en forma de herradura para cubrir con sus cañones los dos accesos a la ensenada. El combate comenzó a las 15:30 y se prolongó por dos horas, en las que se intercambiaron en conjunto unos 3.000 disparos a aproximadamente 1.500 metros de distancia, y ninguna de las naves recibió daños considerables. Las fragatas españolas no se animaron a acercarse por temor a resultar varadas en una zona que desconocían, mientras que las naves aliadas se mantuvieron al amparo del canal.

Manteniéndose a poca máquina, los buques europeos esperaron toda la noche algún movimiento de la escuadra aliada, realizando algún disparo sin obtener respuesta. Al amanecer las fragatas volvieron a la entrada de la rada, permaneciendo allí hasta las nueve de la mañana, pero al ver que los barcos aliados no se movían, decidieron regresar a Valparaíso para reunirse con el resto de la escuadra española. La flota aliada, en cambio, buscó una mejor posición en el estuario de Huito, situado al frente de las islas de Calbuco.

Tras tener noticias del combate en Valparaíso, el brigadier Méndez Núñez decidió salir él mismo en busca de las naves aliadas en las fragatas blindadas Numancia y Blanca, para destruir definitivamente las fuerzas aliadas. Ante la imposibilidad de acercarse a su enemigo por la cantidad de islas, islotes, bajos, corrientes y las constantes nieblas de Chiloé, sin disponer de cartas náuticas, el marino español optó por regresar a puerto, pues consideró que era un grave riesgo exponer sus barcos estérilmente.

Combate de Huite[]

Chile había rechazado las propuestas diplomáticas británicas y francesas para poner fin al conflicto, por lo que Junta de Oficiales de la escuadra española volvió a reunirse, y el Comandante General español decidió partir él mismo en una nueva expedición para enfrentarse a la Escuadra de Ancud.

Por su parte, el Jefe de la Escuadra aliada ordenó estrechar más la boca del estero de Huito, artillarla con los cañones recuperados de la nave peruana varada, y cerrarla con la cadena del mismo buque. Para dificultar más el acceso, también se hundió en la entrada uno de los vapores peruanos y una lancha.

La noche del 1 de marzo las fragatas españolas anclaron en Tubilda, cerca de Huito, fondeadero que quedaba bajo resguardo de un morro en el que, sin que supieran, se hallaban acampado dos batallones chilenos. Una de las naves, anclada a escasos 50 metros de las rocas, fue atacada a la mañana del 2 de marzo por los soldados ocultos tras las mismas.

Los marineros, que se hallaban en cubierta pasando revista, inmediatamente corrieron a bajar a los entrepuentes. La artillería de los buques no podía contestar el fuego por la corta distancia en que se hallaba el enemigo, aunque tampoco había blanco a que disparar. Por otra parte, la otra nave española no podía ayudar, pues su compañera estaba en plena línea de fuego, por lo que envío un bote con refuerzos que intento acercarse a las rocas y desalojar a los tiradores, pero fue también atacado y rechazado.

A las dos horas de combate la nave española logró por fin apartarse a tiro de cañón y abrió fuego, pero con tan poca efectividad que las fuerzas chilenas no sufrieron bajas. Los buques siguieron su rumbo para buscar a la escuadra aliada, y estando fondeados en la isla Tabón contactaron con una embarcación de la zona que les informó la posición de la Escuadra de Ancud, así como también las medidas que habían tomado para impedir que las fragatas españolas forzaran la entrada.

Los españoles fondearon a cinco millas de distancia, y al ver esto los aliados temían que lograran forzar la boca de la ensenada de Huito, y en este evento bastaban los cañones de la Numancia para destruir toda la escuadra aliada, así que para dificultar más el acceso, se lo obstruyó hundiendo en ella el vapor Lerzundí.

Los jefes españoles, que no conocían la profundidad de la ensenada de Huito y sospechaban que se la había escogido precisamente por no permitir la entrada de buques de 8 metros de calado, como la Numancia, además de su estrechez y las corrientes que la hacían muy peligrosa, decidieron finalizar la misión y regresar a Valparaíso.

Bombardeo de Valparaíso[]

El 24 de marzo de 1866 en Valparaíso, el almirante español Méndez Núñez envió un ultimátum a Chile para que el país le devolviera la nave Covadonga y saludara la bandera de España en un plazo de cuatro días, a cambio de levantar el bloqueo y devolver las presas hechas por su escuadra, caso contrario bombardearía las instalaciones del puerto y sucesivamente los demás de la costa chilena.

Ante toda negativa del Gobierno chileno y la negativa de la escuadra aliada a combatir, Méndez Núñez comunicó al intendente de Valparaíso que no encontraba otro medio que el bombardeo de la ciudad para vengar las ofensas recibidas. Los representantes diplomáticos hicieron todo lo posible para evitarlo, proponiendo arreglar un combate a diez millas de la costa, cuyo resultado seria decisivo y se respetaría mutuamente. Pero Méndez Núñez no quiso aceptar, ya que ante una posible derrota la responsabilidad caería sobre él pues no tenía autoridad ni órdenes para hacer eso.

Méndez Núñez anunció entonces el bombardeo del puerto, advirtiendo con mucha antelación sus intenciones para facilitar la evacuación de civiles. Incluso las fuerzas navales neutrales de Estados Unidos y Gran Bretaña amenazaron con intervenir si se llevaba a cabo el ataque, ya que esta acción violaba las leyes de guerra al ser Valparaíso un puerto indefenso. Méndez Núñez replicó que tenía órdenes y que si intervenían serían considerados enemigos y atacados también, por lo que finalmente las unidades estadounidenses e inglesas no intervendrían en la acción que ejecutarían los españoles, ya que sus respectivos gobiernos no autorizaron comprometer sus buques en esta guerra.

El 31 de marzo Méndez Núñez procedió con el bombardeo, causando grandes daños al puerto, dos muertos y aproximadamente diez heridos, ya que casi la mitad de la población de 40.000 habitantes había abandonado sus hogares, y los otros se refugiaron convenientemente. Además, el bombardeo fue esencialmente dirigido contra los edificios públicos del puerto, ya que por indicación de Méndez Núñez los hospitales, conventos e iglesias fueron señalados con banderas blancas. Así los buques españoles sabrían qué lugares evitar específicamente.

La acción fue muy criticada por tratarse de un puerto indefenso, pues todos los cañones habían sido retirados por el gobierno chileno para así demostrarlo. Los mismos integrantes de la Escuadra creían firmemente que la acción era un error y les provocaba desagrado. Méndez Núñez, espoleado por los reproches vertidos en cuanto al ataque, puso rumbo al puerto peruano deL Callao.

Combate del Callao[]

Entre los aliados aún se tenía esperanza de la pronta llegada de los blindados comprados por Perú en Europa y que se encontraban ya en Montevideo embarcando tripulación, ambos con poderosa artillería. Entretanto, el 26 de abril de 1866 la escuadra española llegó a la isla San Lorenzo, frente al Callao, y al día siguiente Méndez Núñez anunció al cuerpo diplomático acreditado en Lima que daría un plazo de cuatro días para la evacuación de la ciudad antes del bombardeo.

Este lapso de tiempo fue aprovechado por las autoridades peruanas para ultimar la organización de las defensas de la ciudad y de los cuerpos auxiliares. La artillería naval española contaba con 272 cañones en 7 naves. La defensa costera poseía 56 cañones y 13 más en 5 buques de guerra, mientras que en caso de un desembarco se disponía de dos batallones de infantería y caballería que debían repelerlos.

El combate comenzó al las 11:30 de la mañana, y continuó con variada intensidad hasta las 17:30 de la tarde. La escuadra española tuvo 43 muertos, 83 heridos y 68 contusos, mientras que del lado peruano no se sabe con exactitud el número de muertos y heridos, por lo que las cifras varían según las fuentes desde las 200 hasta las 2.000 bajas.

Término de la Guerra[]

El 10 de mayo de 1866, después de enterrar a sus muertos, curar a sus heridos y reparar sus naves en la isla San Lorenzo, los españoles dividieron su escuadra. Por una parte, las fragatas Numancia y Berenguela, la corbeta Vencedora y los transportes Marqués de la Victoria, Uncle Sam y Matauara se dirigieron hacia las Filipinas para avituallarse, y desde allí continuar su viaje hacia Cádiz.

El resto de la escuadra, es decir las fragatas Resolución, Blanca, Villa de Madrid y la Almansa, bajo el mando de Méndez Nuñez, navegaron hacia el Atlántico sur, permaneciendo atracados en Río de Janeiro y Montevideo, a la espera de una nueva expedición de castigo al Pacífico o de un ataque por parte de la escuadra aliada. Poco después, el gobierno de Madrid envió a las fragatas de hélice Concepción y Navas de Tolosa para reforzar esta flota.

Los dos blindados peruanos adquiridos en Europa se dirigían a las costas sudamericanas para reunirse con el resto de la escuadra aliada, y el 5 de mayo el Huáscar capturó e incendió el bergantín español Manuel, que se dirigía a Montevideo. Al día siguiente el monitor capturó al velero Petita Victorina, el cual fue dotado con tripulación y enviado a Chile. El 25 de mayo mientras los blindados se acercaban al Estrecho de Magallanes, estuvieron a punto de encontrarse con la división española de Méndez Nuñez, que por precaución decidió utilizar el Cabo de Hornos.

Finalmente, tras cruzar el estrecho, los blindados se unieron a la escuadra aliada el 11 de junio en Valparaíso y se pusieron bajo las órdenes del almirante chileno Manuel Blanco Encalada, quién en ese momento se le había dado el cargo efectivo de comandante en jefe de las fuerzas navales aliadas. El 20 de junio la goleta Covadonga capturó la barca inglesa Thalaba, que traía de contrabando víveres y otros pertrechos para los españoles.

Al estar reunidas todas las fuerzas navales aliadas, y con un poder considerable para hacerle frente a los españoles, se pensó en reiniciar la lucha contra ellos. Pero a inicios de 1867 los Estados Unidos, que para ese momento ya había reconocido la independencia de Federalia y por tanto terminado su propia guerra civil, propuso una conferencia para negociar un tratado de paz, pero no se logró acordar las bases del encuentro.

En 1868 Chile y España firmaron un acuerdo para retirar desde astilleros ingleses un total de cuatro naves de guerra, lo que provocó un incidente diplomático entre Perú y Chile. Ese mismo años los estadounidenses reiteraron su propuesta, que otra vez no logró reunir a los diplomáticos de las naciones involucradas.

En 1871 se firmó en la ciudad de Washington D. C. un convenio de armisticio por tiempo indefinido entre España, Perú, Chile, Ecuador, Martinia y Arequipa. Finalmente, el 28 de enero de 1875 Ecuador se convirtió en el primer país en firmar la paz, esto debido al ascenso de Alfonso XII al trono español, quien mantenía una relación amorosa con su prima, la princesa ecuatoriana María de las Mercedes de Orleans-Borbón, con quien se casaría en 1878.

El 14 de agosto de 1879 España y Perú firmaron un tratado de paz y amistad, por el que además se reconocía la independencia peruana y se establecían relaciones diplomáticas entre ambos países. Ese mismo año se firmó el tratado de paz con Martinia (21 de agosto) y Arequipa (8 de septiembre); mientras que la paz definitiva entre España y Chile se firmó el 12 de junio de 1883.

Consecuencias[]

Los residentes españoles en Chile debieron abandonar el país en un plazo de 30 días tras el Combate del Callao. En Perú algunos residentes españoles debieron abandonar el país, a otros se les concedió la nacionalidad y un tercer grupo obtuvo el derecho a ella, mientras el Gobierno prohibió el ingreso de nuevos españoles.

Los gastos para la compra de armamento y barcos de guerra en los que incurrió Perú fueron muy elevados, lo que unido a la ocupación de las islas Chincha llevaron a la solicitud de diversos préstamos que para 1872 hicieron crecer la deuda diez veces más que la existente en 1868.

Chile inició un rearme que llevó al país a ostentar una superioridad militar que demostraría entre 1879 y 1884 en la Guerra del Pacífico, aunque en el momento significó la pérdida de casi toda su flota mercante y de su hegemonía comercial por la destrucción de los Almacenes Fiscales de Valparaíso.

De los tres combatientes sudamericanos, puede decirse que Ecuador se convirtió en el único beneficiado por la guerra, pues las pérdidas chilenas y peruanas ayudaron a que se colocara de manera definitiva y sin competencia, al frente de la carrera comercial, militar y naval de la costa del Pacífico.

El impacto en la vida cultural de los países aliados fue enorme, pues se afianzó la idea de una separación cultural de España, lo que tuvo como resultado el fortalecimiento de las locales, así como el apoyo y reconocimiento a los patriotas cubanos. Los historiadores coinciden en que Chile y Ecuador fueron a la guerra por un sentimiento americanista desproporcionado, sin una fuerza naval apropiada y sin una comunidad de intereses bien fundada con Perú.

Por su parte, España no obtuvo beneficio alguno con este conflicto, pues a los gastos que ocasionó el mantenimiento de la expedición, se sumó la crisis económica que azotaba Europa y se dejó sentir con fuerza en la península ibérica, a la pérdida de las cosechas de 1866 tras graves inundaciones, y provocó una grave crisis política. La reina Isabel II ya no confiaba en O'Donnell, principal impulsor de las expediciones al exterior, y la sublevación del cuartel de San Gil sirvió de excusa para obligarle a presentar la dimisión. Sin embargo, el descontento popular no cesó hasta dos años más tarde, cuando el 19 de septiembre de 1868 estalló la revolución conocida como La Gloriosa que provocaría el destronamiento de la monarca española.

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