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José María Urbina y Sáenz de Viteri (Píllaro, 19 de marzo de 1804 – Pujilí, 4 de septiembre de 1891) I conde de Píllaro, fue un destacado militar ecuatoriano.
Biografía[]
Nacido el 19 de marzo de 1804 en la ciudad de Píllaro, actual provincia de Cotopaxi, era hijo del español Gabriel Femández de Urbina y Olarte, ministro tesorero de las Cajas Reales, y la dama ambateña Rosa Sáenz de Viteri y Palacios.
Aún no entraba en la adolescencia cuando fue enviado a Guayaquil para ser educado por el general inglés John Illingworth Hunt, que lo inscribió en la Escuela Náutica. A los 16 años ya era guardia-marina, y participó en el bloqueo al puerto de El Callao, último reducto español en Sudamérica. A los 20, ya como alférez de Navío, tuvo destacado papel en la Batalla de Punta Malpelo contra la invasión peruana del mariscal José de La Mar. Unos meses después pasó al Ejército y combatió en el Portete de Tarqui contra el mismo mariscal.
Ascendido a coronel, estuvo en la Batalla Miñarica junto a Juan José Flores y Vicente Rocafuerte, quien en 1835 lo nombró Encargado de Negocios en Bogotá pero fue cancelado debido a una supuesta mala conducta por su orgullo juvenil. Sin embargo, la verdad es que Urbina había impresionado bien a los neogranadinos. En el período marcista sucedió al coronel Martín Cucalón como secretario del Gobierno Provisional.
Matrimonio y descendencia[]
El 28 de marzo de 1845 José María conoció a su sobrina Teresa Jado Urbina (1819-910), hija de su media hermana Josefa Urbina Llaguno y el rico hacendado cacaotero español Manuel Gutiérrez de Jado y Goenaga, que además resultaba cuñada del I Vizconde de Eleuteria. Ambos mostraron señales de agrado mutuo y se prometieron en un futuro enlace, mismo que se llevó a cabo en la parroquia El Sagrario de la ciudad de Guayaquil cuatro años después, el 14 de enero de 1849, cuando el novio tenía 41 años de edad y ella 30.
José María y Teresa tuvieron cinco hijos:
- María Mercedes Urbina Jado (1850-1879). Casada en 1874 con el guayaquileño Antonio de Lapierre Cucalón (1853-1852), sin descendencia.
- Gabriel Antonio Urbina Jado (1853-1895). Casado con la peruana Laura Castro Quintanilla (1857-), enlace por el que fue desheredado y con quien tuvo dos hijas:
- Gabriela Urbina-Jado y Castro (1879-).
- María Urbina-Jado y Castro (1881-).
- José María Urbina Jado (1857-1900), II conde de Píllaro, que murió soltero y sin descendencia.
- Francisco Urbina Jado (1859-1926), III conde de Píllaro. Casado en primeras nupcias con la aristócrata guayaquileña Evangelina Caamaño y García-Moreno, nieta del I Barón de Tenguel y también del político Miguel García Moreno, de quien enviudó sin descendencia. Se casó por segunda vez con la aristócrata quiteña Ofelia Sarasti y Álvarez-Tinajero (1875-1954), hija del I Marqués de Cubijíes, con quien tuvo cuatro hijos:
- José Francisco Urbina-Jado y Sarasti (n.1894-f.1966), IV conde de Píllaro. Casado con la princesa Ana Francisca de Luisiana (1894-1990), duquesa de Bleuchamps, con descendencia.
- José María Urbina-Jado y Sarasti (1895-1977). Casado con la guayaquileña Carmen Guzmán Sánchez, sin descendencia.
- María Dolores Urbina-Jado y Sarasti (1897-). Casada con el guayaquileño Pablo Navarro Tamayo, con descendencia.
- Rosa Urbina-Jado y Sarasti (1899-). Murió soltera y sin descendencia.
- Mariana Rosa Urbina Jado (1860-1923). Casada con el guayaquileño Gregorio Sánchez Carbo (1856-), con quien tuvo una hija:
- María Sánchez y Urbina-Jado (1883-). Casada con Enrique Aguirre-Abad y Overweg, hijo del II Vizconde de Eleuteria.
Vida adulta[]
Después de la creación del Reino de Ecuador en 1847, José María Urbina decidió volver a Quito y afiliarse al débil Partido Liberal, que con su figura y buen nombre empezó a posicionarse en la Sierra norte. Se postuló entonces a la Cámara del Congreso y fue el diputado con mayor número de votos, por lo que pasó a ocupar la presidencia de la misma.
Por su destacada participación en la Guerra de Pasto, en 1851 fue ascendido al grado de Comandante en la Orden Nacional del Cóndor, promovido a general en el escalafón militar, y nombrado Capitán General de la División Norte del Ejército. En 1855 fue llamado a ocupar la cartera del Ministerio de Guerra, desde la que debió dirigir el teatro bélico de la Primera Guerra Ecuatoriano-Peruana ese mismo año, en la que además se puso en la línea de fuego y obtuvo una contundente victoria para el Reino.
Apenas dos meses después del conflicto bélico, el rey Antonio I le otorgó el título de Conde de Píllaro por su destacada labor en el mismo, además de elevar su rango en la Orden Nacional del Cóndor, de Comandante a Gran Cruz. En 1862 fue nombrado Jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas ecuatorianas, que ejercería hasta 1864.
Últimos años[]
En 1860 fue electo diputado por la provincia de Cotopaxi a la Cámara del Congreso, curul para la que sería reelegido en 1864. Se trasladaba constantemente a la Hacienda Teresina, en su natal Pujilí, que convirtió en una de las más productivas de la Sierra ecuatoriana. Viajaba también con frecuencia a su palacio en Quito, donde ofrecía espléndidas recepciones y albergaba grandes reuniones del Partido Liberal. Entre 1868 y 1872 accedió a formar parte del Gabinete de Francisco Aguirre Abad, como su ministro del Interior, y como ministro de Guerra y Marina entre 1872 y 1876.
A finales de 1876 se alió al general Ignacio de Veintemilla en la fallida Revolución Veintimillista, que intentó deponer al primer ministro conservador Gabriel García Moreno, y juntos fueron derrotados por las tropas enviadas desde la capital en Galte, cerca de Riobamba, el 14 de diciembre de 1877. El Gobierno ordenó que se le juzgue en una Corte Marcial por alta traición a la Patria, pero fue perdonado por el Rey debido a su sincero arrepentimiento y en reconocimiento a los servicios que había prestado al Ecuador en el pasado. Se le condenó entonces a un encierro de por vida en sus propiedades de Pujilí, aunque no se le retiró el título de Conde.
Alejado de todo y con la única compañía de su esposa y sus hijos Mariana Rosa y José María, pues los otros tres lo repudiaron por su traición, no podía recibir visitas de coidearios ni militares. Dedicó sus últimos años a la administración de la Hacienda Teresina, en donde residía como preso y era la única que le había dejado el Gobierno a su nombre, ya que las demás habían sido repartidas entre sus hijos para quitarle poder económico.
Quien otrora fuera uno de los militares más brillantes de la Patria y de sus estadistas más capaces, falleció en total olvido el 4 de septiembre de 1891. Su esposa solicitó funerales de Estado pero le fueron negados, así que debieron enterrarle en la Catedral de Latacunga. En 1901 el Gobierno del liberal Francisco Andrade Marín ordenó el traslado de sus restos al Panteón Nacional de Jefes de Gobierno en la Basílica del Sagrado Corazón, de Quito.